The Edge Of Glory. Capítulo 4.

Capítulo 4. Lexi.
Golpeé la puerta suavemente. Una voz me dijo que podía pasar. Abrí con cuidado y eché un vistazo a la habitación. Hacía apenas unos días había estado allí; sin embargo, todo había cambiado. La ropa de Byron estaba desordenada como de costumbre. Los rayos del sol entraban entre las rendijas de la persiana dándole a la habitación un tono acogedor. Byron estaba tumbado en su cama sin camiseta. Se incorporó cuando me vio y una sonrisa iluminó su rostro.
-¿Dónde te habías metido angelito?
-¿Para qué querías que viniera?-Le respondí con otra pregunta.
-La nota. ¿Te acuerdas?
-Ah, eso. Supongo que sería una broma Byron. Nadie puede saberlo.-Dije segura de mis palabras.
-No pensabas eso esta mañana.-Enarcó una ceja.
-Bueno, me pilló de sorpresa por la noche. Estaba cansada y pensé demasiado. No le des más vueltas…
-Has hablado con ese tío, ¿no?
-Sí.-Lo dije sin pensar.
-¿No se supondría que tú deberías hacer lo que yo te pidiera?-Me miró confundido.
-No exactamente.
-Pues vaya mierda.-Se volvió a tumbar.-Antes pasábamos más tiempo juntos.
-Supongo. Aunque seguimos viéndonos todos los días, ¿no? Además, tú eras el que no quería que estuviera encima de ti siempre.-Refunfuñé.
-Vale, vale. Si no quieres ver mi feo careto. Dímelo y ya está.
Se llevó una almohada a la cara. Parecía un niño pequeño enfadado. Avancé unos pasos y salté a su lado, igual que cuando tenía 8 años y se cogía un berrinche sin ningún motivo. La almohada se precipitó al suelo y Byron casi va detrás de ella. Ambos empezamos a reírnos. Me rodeó con sus brazos y permanecimos así durante unos segundos. Puede que varios minutos, antes de que me incorporara. Le revolví su pelo azabache y me marché viéndole cómo cogía la almohada para intentar tirármela. Por suerte, cerré la puerta antes de que impactara contra mí.
Caminé por los pasillos con una gran sonrisa dibujada en mi cara. Me dirigía a mi habitación cuando lo sentí. Giré sobre mis talones. Una sombra avanzó rápidamente hacia la esquina más próxima de las taquillas. Me volví hacia el otro lado cuando escuché el ruido de nuevo. Avancé detrás de ella y, antes de que alcanzara la siguiente esquina, usé mi don. Oí un golpe contra las viejas taquillas del instituto. “Sea lo que sea, lo he derribado”. Pensé pero, cuando llegué al origen del ruido, vi a Georgia sentada en el suelo masajeándose la cabeza.
-¡Georgia! ¿Estás bien?-Me agaché a su lado.
-Sí, eso creo. Alguien pasó corriendo y  ni si quiera le vi, cuando ya estaba en el suelo. Soy patética.-Suspiró.
-No digas eso. Vamos a la habitación anda. Te curaré esa herida.
Caminamos en silencio hasta nuestro cuarto. Aquello que había visto solo podía ser una cosa. “Un demonio”.  Si con algo nacíamos los ángeles, era con un sentido especial para captar a ángeles caídos que anduvieran cerca  de nosotros y nuestros protegidos. No me gustaba la idea de que uno rondara por el instituto. Curé la herida de Georgia. Era un pequeño corte en la frente. Supuse que se había dado algún golpe cuando ese ángel caído pasó corriendo por su lado. Por suerte, no lo había visto. A medianoche decidí pasarme por la habitación de Byron. Quería asegurarme que seguía durmiendo plácidamente sin percatarse de nada extraño.  Solo necesitaba acariciar su pelo y ver cómo se revolvía en silencio sumido en sus sueños.
Estaba llegando a su habitación cuando oí un ruido. Alguien tapó mi boca. Intenté soltarme. Lo conseguí y me giré para ver quién había sido. Izan. No llevaba camiseta. Su perfecto torso desnudo brillaba pálidamente a la luz de la luna que entraba por las ventanas. Supuse que pasé más tiempo del necesario mirando cuando Izan me mostró su sonrisa torcida.
-¿Qué haces deambulando sola por los pasillos a esta hora? ¿No sabes que hay un psicópata por aquí?-Se burló.
-¡No puede ser! No lo había oído. Menos mal que estabas aquí.-Le seguí el juego aguantando la risa.- ¿Qué hacías tú aquí?
-Me gusta pasear para relajarme un rato.-Vi que se llevaba la mano a una cadena que colgaba de su cuello. “¿Quién se la habría regalado”.-¿Vas a decirme a dónde ibas o puedo invitarte a que des un paseo nocturno conmigo?
-En realidad iba a…-Su sonrisa desapareció.-A comprobar si el psicópata ese persigue a las chicas tan inocentes como yo, aunque, eso de ir sola, no me convence.
-Tan inocentes y guapas.-Me sonrió y no pude hacer otra cosa que apartar la vista de sus profundos ojos verdes.-¿Entonces eso es que vendrás a la captura del asesino en serie?
-¿No era un psicópata?
-Yo diría que ambos términos están ligados. Vamos, te enseñaré un sitio muy bueno para relajarse.-Me cogió de la mano y sentí una oleada de calor recorrer mi cuerpo.
Ambos anduvimos por los oscuros y lóbregos pasillos. Subimos unas escaleras que conducían al piso de arriba. Todo estaba en silencio. Solo se oían nuestras pisadas por el frío suelo. Izan se paró frente a una verja. Detrás de ella, unas escaleras conducían a otro piso superior. Dudé un instante. Aquello no me daba buena espina. ¿Y si fuera todo un engaño? ¿Y si fuera Izan el ángel caído que derribé? No…lo habría notado. Además, él…era diferente. Solo eso.
Cuando volví a la realidad vi a Izan desde el final de la escalera. Subí despacio. Las dudas se iban disipando de mi cabeza a cada peldaño que subía. Una ráfaga de viento meció mi ondulada melena. Izan estaba sentado en un banco con los ojos cerrados. Parecía relajado allí. Observé el lugar. Estaba algo sucio. Ordenadores rotos, cables pelados…montones de basura se amontonaban allí; sin embargo, aquel sitio era encantador. La luz de la luna lo iluminaba todo. Izan abrió los ojos y me miró. Contuve la respiración. Me invitó a sentarme a su lado. Caminé vacilante pero, al final, acabé colocándome a su lado.
-¿Qué tal con Bi?-Dijo mirando a ninguna parte.
Pensé un rato la respuesta.-Muy bien. Siempre hemos sido buenos amigos.
-¿Amigos? Creí que salíais juntos…
-Sí. No. Bueno quizás, es solo que-Intenté encontrar las palabras adecuadas pero, mi cabeza era un mar revuelto.
-Puedes confiar en mí. Si estáis saliendo, dilo. Creo que lo soportaré.-Sus manos fueron a parar cerca de las mías.
-Sí.
-Ya suponía que estabais saliendo.
-No, digo que sí, que saldré el viernes contigo. Si sigue en pie la oferta, claro.-Sonreí tímidamente.
-¿Para ti? Creo que sí. Lo dejaría todo por un ángel como tú.

No hay comentarios: