The Edge Of Glory. Capítulos 23 y 24.


Capítulo 23. Izan.
Estaba todo preparado. Georgia me había tranquilizado cuando me dijo que Lexi estaba perfectamente, que tal vez había sido un golpe de calor o cualquier cosa sin importancia. Aun así quería ver a Lexi lo antes posible.  La compañía de Georgia se me antojaba algo extraña pero, le agradecía que me mantuviera alejado un rato de mis preocupaciones.
-Así que… ¿ya la has olvidado?-Su pregunta me desconcertó un poco al principio, aunque luego supe a qué se refería.
-Supongo que nunca la olvidaré Georgia.
-Bueno, pero quieres a Lexi, ¿no?
-Claro que sí.
-¿Se lo has dicho?-Le di vueltas a aquel día en que se lo iba a decir. Me faltó tan poco pero, no me salieron las palabras.-Interpretaré tu silencio como un rotundo “NO”.
-Tiempo al tiempo. No esta fácil Georgia.
-Ya, lo entendí. Por cierto, ¿aún llevas el colgante ese que te dio Eve?
-¿A qué viene eso ahora?
-Pues porque si lo llevas puesto delante de Lexi es un poco como: Hola, sigo enamorado de mi novia muerta.-Sus palabras se sintieron como un puñetazo en el estómago.-Lo siento, no quería decir eso. Solo que…
-No, no lo llevo puesto. Lo tengo aquí guardado.-Me señalé el bolsillo de mi camiseta.
-¿Lo llevas ahí?-Asentí.-¿Por qué lo llevas ahí?
-Prefiero llevarlo conmigo a dejarlo en mi habitación. Se perdería en un abrir y cerrar de ojos y, aunque, no lo lleve puesto, quiero conservarlo. Me da fuerzas.
-Claro.-Miraba interesada el bolsillo de mi camiseta.
Miré el reloj. Ya era hora de buscar a Lexi. Cuando levanté la vista, Georgia ya no estaba. Se había marchado sin hacer ruido.  Me levanté y fui a buscar a Lexi. Esperaba que estuviera bien. No quería más sustos por hoy.

Lexi.
Desde que Georgia se había marchado, no había parado de dar vueltas por la habitación. Solo había parado un momento para vestirme. Necesitaba hablar con alguien de esto, pero, ¿quién? Nadie sabía de mí. Salvo… Cogí el teléfono y busqué su número. Un pitido, dos pitidos, tres pitidos. “Contesta por favor”.
-¿Sí?
-Byron. Dios mío, tengo que hablar contigo. No sé qué hacer de verdad. No puedo con esto, no puedo.
-¿Qué? Lexi tranquilízate, ¿qué pasó?
-La he cagado Byron. –Sollocé.
-Escúchame, mañana estaré allí, ¿vale? Hablaremos entonces pero, tranquilízate por favor. No llores, verás como todo se arregla sea lo que sea.
-Ojalá fuera tan sencillo. Gracias Byron.
-De nada ángel. Te veo mañana.
Colgué. Tiré el teléfono en la cama y me concentré en respirar. Intenté relajarme, no quería preocupar más a Izan. Llamaron a la puerta, sería él.
-Hola.-Sonreí instantáneamente. En un segundo mi cara estaba enterrada en su pecho y su cabeza estaba apoyada en la mía.
-Menudo susto me has dado dios.
-Lo siento. Aunque estoy bien ya, ¿no me ves?-Di una vuelta e intenté parecer lo más presentable posible.
-Eso me tranquiliza.-Suspiró.
-¿Dónde vamos?
-Aquí al lado.-Su mano agarró la mía y me condujo por aquel camino que tan bien conocía hacía nuestro lugar secreto.
Antes de que terminara de subir las escaleras Izan me pidió que cerrara los ojos y así lo hice. Con ayuda de su mano, me condujo unos pasos más hacia delante y por fin, paró.  
-¿Puedo abrir los ojos ya?
-Todavía no… Ahora.


Capítulo 24. Lexi.
Lo primero que divisé fueron las velas. Había un par colocadas cuidadosamente en las esquinas de un mantel. Un recipiente con comida descansaba en el centro y, antes de que pudiera seguir analizando todo aquello, un ramo de flores me obstaculizó la vista. Mi boca se abrió varias veces para decir algo pero, no conseguía que nada saliera de ella.
-Espero que te gusten las orquídeas.
Recogí el ramo de sus manos y las olí. Eran blancas con ciertas partes en tonos morados. Preciosas, sin duda. Sin decir ninguna palabra todavía me arrodillé al lado del mantel donde había un vaso. Lo llené de agua con la botella que había al lado y las deposité allí para que no se marchitaran. Después de eso me levanté ante la mirada atenta de Izan y corrí hacia sus brazos haciendo que ambos cayésemos en el suelo.
-¿Con esto me quieres decir que te ha gustado mi sorpresa?-Se reía.
-Te mataría a besos ahora mismo.
-Me gusta esa muerte. Puedes matarme cuando quieras.-Sonrió pícaramente.
-Muchas gracias Izan de verdad.-Intenté reprimir las lágrimas que amenazaban con derramarse pero, fue en vano.
-No, no. Nada de llorar.-Sus brazos volvieron a rodearme.-Niña tonta.-Me limpió las lágrimas y depositó un dulce beso en mis labios.
Entre risas, besos y caricias cenamos juntos, en nuestro sitio, por una noche me sentía como cualquier chica normal. Estar cerca de él me ayudaba a olvidarme de todo. Justo cuando eran las 12, algo cruzó el cielo. Levanté la vista y las vi.
-¿Eso es…?
-¿Una lluvia de meteoritos? Sí. Lo consulté en Internet. Supuse que sería algo romántico. Pide un deseo.
-¿Un deseo?
-Claro, yo ya he pedido el mío pero no puedo decirlo en voz alta o no se cumplirá.
Volvía mirar como cientos de puntitos brillantes atravesaban el cielo dejando una estela de luz detrás de sí. Era hermoso. Cerré los ojos y pensé en mi deseo. Solo había una cosa que yo podría desear. “¿Un deseo? Lo único que deseo es que a él no le pase nada.” Como si se fuera a cumplir por pedírselo a meros cuerpos celestes a millones de años luz.
-¿Qué has pedido?-Me dijo Izan.
-Creía que si lo decías no se cumpliría.-Le di un pequeño empujón.
-La curiosidad me mata pero está bien,  no me lo digas. Mejor brindemos.-Me tendió una copa de champán.-Porque, pase lo que pase, estemos juntos.
Sus palabras se quedaron grabadas en mi mente. Me arañaban por dentro. Mas no pude hacer otra cosa que sonreír y chocar su copa contra la mía haciendo un silencioso “clink”.

No hay comentarios: