The Edge Of Glory. Capítulo 14.

Capítulo 14. Lexi.

-¿Sabes? Eve también era un poco rara.-Sus palabras me pillaron desprevenida. Lo miré desconcertada.-No te enfades por lo de rara es solo que… en estas cosas me recuerdas a ella. Muchas veces le pasaban cosas sin ninguna explicación. Cuando dejó de inventarse excusas no volví a preguntarle. Supongo que, podré hacerlo contigo.
Sacudí la cabeza perpleja. Una sonrisa adornó mi rostro. Lo abracé. Lo hice con tanta fuerza que sentía que podía ahogarlo si no lo soltaba. Oí su risa por mi repentina fogosidad y decidí soltarlo un poco.  Se quedó un rato ensimismado mirándome. Mis mejillas empezaban a arder y arrugué un poco la nariz como siempre hacía cuando me avergonzaba de algo.
-¿Qué?-Le pregunté.
-Me encantan las pecas que tienes en la nariz.-Aparté la mirada sintiendo que mis mejillas debían tener un color rojo intenso pero, su mano fue a parar a mi barbilla y me obligó a mirarlo.-Era un cumplido tonta.
-No sé por qué te fijaste en mí.-Las palabras salieron deprisa de mi boca.
-Porque eres distinta a las demás chicas.
-Y tan distinta…-Apenas lo dije en un susurro. No lo había oído.
-He estado pensando ir a un sitio. ¿Te apetecería venir conmigo este fin de semana?
-¿Dónde?
-¡Qué más da! Estaremos juntos. Eso es lo que importa.
Sus palabras me afectaron demasiado. Mis ojos vidriosos por las lágrimas me dificultaban la visión. No distinguía bien las facciones de su cara en esos momentos pero, sabía que sonreía.
-¿Ni una pista?
-Mmm, llévate un bikini. Te hará falta.
Después de decir aquello, me dio un fugaz beso y desapareció por las escaleras. Mi pulso se aceleró. ¿Bikinis? Eso solo significaba una cosa… iba a llevarme a la playa. Un fin de semana entero en la playa. Sol, mar, agua, brisa…Izan. Volví a mi habitación sonriente. Georgia estaba tumbada en su cama mirando hacia la pared.
Salté en un lado de la cama y casi nos caemos las dos. Georgia se asustó en un primer momento pero cuando me vio riéndome se contagió. Le conté lo de Izan, que me había propuesto irme un fin de semana con él a la playa.  Al principio parecía algo nerviosa pero, luego suspiró y me dijo que me ayudaría a elegir los bikinis que me llevaría.
Tan solo quedaban unos pocos días para el fin de semana y ya no podía esperar. Nunca había ido a la playa. Para mí era algo nuevo y excitante.  Quería oler el olor a mar, agua salada, algas…todo lo que había oído hablar a la gente.
****
Los días siguientes fueron increíbles. Izan y yo pasamos todas las tardes juntos. Paseábamos por el pueblo, íbamos a la cafetería y pedíamos una copa de helado cada uno y nos retábamos para ver quién la terminaba antes, montamos en su bicicleta. Él llevaba el manillar y yo me sentaba como podía detrás..  Incluso, nos echamos muchas risas con su cámara de fotos. Me dijo que era un regalo de su madre. Era una gran cámara por lo que se veía. Al principio me dejó tomar varias fotos de prueba. Claro están, salieron fatal. Me acordé de la tarde que pasé con Georgia. Cuando compramos los bikinis para el fin de semana en la costa. Los diseños de cada uno me encantaron. La echaría de menos. Sacudí la cabeza y vi a Izan señalándome.
-Ponte ahí.-Señaló el otro lado de la toalla donde estábamos tomando nuestro improvisado picnic. Le hice caso.-Sonríe.
Esbocé una tímida sonrisa y sonó un “click”. Acababa de hacerme una foto. Cuando la miré no me reconocí, estaba tan… tan feliz. Su foto era genial. Intenté de nuevo sacar alguna buena.
-Ponte ahí.-Imité su voz y me miró enarcando una ceja mientras reprimía una sonrisa. Se colocó donde le había señalado.-Ahora, te toca sonreír a ti.
Miré a través de la lente y me perdí en sus ojos verdes tan profundos. El reflejo del sol les daba un tono ámbar precioso. Enfoqué tal y como me había enseñado y la hice. Izan se apresuró a mi lado y tomó la cámara. Me mordí el labio impaciente por saber cómo me había salido.
-Vaya…-Mi expresión se volvió cansada. No la había hecho bien.-Creo que tengo una nueva competencia en el mundo de la fotografía.-Se rió y le miré con la boca abierta.
-Te mato.-Dejó la cámara a un lado y echó a correr. Lo perseguí durante unos metros. Los músculos de su espalda se curvaban cada vez que giraba para evitarme pero, no sabía que yo era más rápida que él. Salté sobre su espalda y, aunque intentó cogerme, ambos caímos sobre el césped. Rodamos el uno sobre el otro varias veces hasta que yo quedé encima de él. Coloqué la cabeza sobre pecho y permanecimos así un rato. Luego su mano me despeinó un poco el pelo haciendo que me intentara levantar, aunque poco conseguí. Me agarró de las pantorrillas y me sentó a horcajadas sobre sus piernas y nos besamos. Me besó en la punta de la nariz, en el cuello, en el hueco de mi clavícula y, en los labios.
Después, seguimos tomando fotos, esta vez, de los dos. A mí me gustaba mucho una en la que salíamos los dos besándonos, aunque a Izan le gustaba más una en la que yo me reía mientras él me miraba sonriente. No sabía por qué le gustaba pero, se limitó a decir que le encantaba tener una foto en la que se nos viera pasándonoslo bien, siendo felices. Tenía razón, en cierto modo, estábamos bien en aquellos instantes. “Disfruta de cada segundo con él. Puede ser el último que estéis juntos”.

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